La cuestión es complicada. Cuando se regulan los servicios mínimos para efectuar una huelga, se hace en base a que la eficiencia de la huelga tenga el menor impacto posible en el sector de la sociedad que la va a padecer, con lo que la huelga, cumpliendo estrictamente, los servicios mínimos, pasa de puntillas, por sus efectos sociales, circunscribiéndose únicamente, a las cifras que los medios de comunicación tengan a bien ofrecer a los ciudadanos, sobre el seguimiento de la misma, que no de los efectos que ha podido tener socialmente, que suelen ser nulos.
Si a todo esto le sumamos la guerra de cifras a la que se somete a los ciudadanos desde la parte organizadora, desde el gobierno, desde los medios afines a los sindicatos y los medios afines al gobierno, hace muy difícil que el ciudadano no involucrado en la huelga pueda hacerse una idea de la dimensión de la tontería.
Por tanto, una huelga regulada mediante unos servicios mínimos, ¿para qué sirve?
- · Para que justifiquen su estado de sindicalistas liberados unos cuantos
- · Para que los que no están liberados pero forman parte de los comités de empresa, puedan realizar una huelga bajo la inmunidad que les da ante la propia empresa su estatus de representante de los trabajadores.
- · Para que estos vagos profesionales, pasteleen con las empresas y los gobiernos unos servicios mínimos que desactiven los propósitos de la propia huelga.
- · Para que los pocos afiliados que tienen los sindicatos, hagan huelga forzados por la coherencia que les exigen los cuadros sindicales y pierdan un día de su salario con lo que ello comporta
- · Para que algún romántico incondicional concienciado, más conocido por comparsa, pierda un día de su salario secundando una huelga de la que forma parte como “bulto”
En definitiva, una huelga regulada, no sirve absolutamente de nada, porque precisamente toda la normativa que la enmarca dentro de la denominación de “huelga legal” hace por propia definición la huelga nazca ya en sus inicios desactivada.
Por todo ello, los trabajadores estamos a merced de las arbitrariedades de las direcciones de las empresas y de los gobiernos de turno, en el caso de los funcionarios. Pueden hacer lo que les venga en gana, porque saben que lo máximo que pueden sufrir es el efecto cero de una huelga regulada, ahorrándose además unos “dinerillos” en sueldos que no va a abonar al “pringado de turno” que secunde la función de guiñol.
Por eso, me produce cierta envidia la huelga de los controladores aéreos, no han conseguido ningunearlos. Les han cambiado, por decreto, y eso es indudable, sus condiciones laborales, en definitiva, SU CONVENIO, a golpe de decretos, en función de las necesidades que el gobierno tuviera en cada momento en cuanto al computo y número de horas trabajadas. En parte me he sentido con esa huelga, como si la hubiera llevado a cabo el primo de Zumosol. Se ha calificado la acción de los controladores como “huelga salvaje” ¿Y el decreto que modifica sus condiciones laborales? ¿No hay que calificarlo también de salvaje?. Si podemos estar de acuerdo en que ambas acciones son salvajes, también podremos estar de acuerdo en que la primera, la huelga, es consecuencia de la segunda, el decreto, por tanto, entiendo que la huelga, no se puede calificar de salvaje, si no de defensa propia.
Partiendo de esta premisa y haciendo un símil, el gobierno es un agresor y los controladores han sido los agredidos y se han visto obligados a defender sus derechos de la forma más efectiva posible. Como en todas las batallas hay un vencedor, un vencido y daños colaterales de inocentes que en este caso son todos los ciudadanos afectados de una u otra manera por esta huelga en defensa propia, que no tiene otro culpable, que el gobierno, por su incapacidad de negociación, por el abuso de poder desencadenante del conflicto y por la resolución del problema a golpe de estados de alarma total y absolutamente desproporcionados que pone de manifiesto la propia debilidad de un ejecutivo incapaz de resolver ni uno solo de los problemas que afectan a los ciudadanos.
Las informaciones facilitadas en todo momento del agresor, el gobierno, sobre el agredido, los controladores, se puede calificar de repugnante, ofreciendo a los ciudadanos, informaciones de los opíparos sueldos que ganan los controladores, para así poner a los ciudadanos, cada vez más golpeados por la crisis económica, el paro y la desconfianza en el sistema, los dientes largos y la justificación de demonización del colectivo,
Por último, creo que más que nunca es necesario una ley de huelga coherente, que sirva a los trabajadores para que se atiendan sus derechos y a al mismo tiempo que pueda proteger a los ciudadanos
Es cada vez más imprescindible para resolver los conflictos laborales la figura del intermediario independiente, figura que ha desaparecido del ámbito laboral, que dio unos resultados extraordinarios en los conflictos laborales y que ha desaparecido sin que se sepa muy bien porqué.
Lo mejor que nos puede pasar es que se vayan de una puñetera vez del poder todos estos tíos, ZP, Rub´al Kaaba y Pepin Blanco pues son los tres más inútiles que el cenicero de una moto y son los que verdaderamente, producen los estados de alarma en la ciudadanía, y además de forma natural, esto es, sin decretos ni chorradas parecidas. Y es que como inútiles, los tres brillan con luz propia.